Un sueño de amor
Anoche en mi sueño te invité a salir, intimidado por tu tierna belleza. Esperaba una respuesta negativa, pero aceptaste con sencilla disposición. Era un encuentro repentino, que terminó con una vaga cita para el día siguiente.
- Sí, nos vemos mañana.
En el extraño fluir de momentos para el dormido; se me condujo por un puro sentimiento de ligereza, pasando de una corta y exquisita ilusión por verte al día siguiente, a un auto con mis padres, frente a tu casa.
Pero no quedamos en la hora, no quiero llegar con mis papás, qué vergüenza. Pienso con tranquila preocupación. Me dispongo a abrir la puerta y caminar absurdamente cerca de tu casa, esperando a que mis padres se alejen en el auto, pero abres la puerta de tu casa y todo se siente familiar. Te acercas a la ventana del copiloto, donde está mi madre sentada y les haces un comentario gracioso. Yo te miro, asombrado por tu naturalidad y gracia. Mas bien, enamorado. Das la vuelta al auto y subes por el otro lado. Yo sigo entre embelesado y refunfuñando por querer estar solo contigo. Nada grave, tu presencia me hace imposible sufrir. Abro la puerta de mi lado, despabilando del sueño dentro del sueño y doy la vuelta corriendo para cerrarte la puerta y llevarme la sorpresa de verte en la fila delantera, con mis padres. - A qué chistoso, y yo me voy atrás como dedo. Les bromeo a los tres.
Es importante recalcar la luz suave y amarilla que bañaba la calle fuera de tu casa, y la melodía ligera que cantaba el viento.
De pronto estamos sentados en la parte trasera del auto. Creo que abrazados, y me doy cuenta, inhalando profundamente, que no necesito nada más en la vida.
Entonces me despierto, y sonrío. Lo cual es raro, porque he soñado antes con romances, pero despertaba destrozado por una nostalgia de algo que ni siquiera existió. Hoy podía ir y venir al sueño, como en un soplo, al hermoso y diáfano rostro de aquella mujer; sonriendo y mirándome a los ojos.
A lo largo del día el sentimiento y la claridad se desvanecen, así como el tiempo. Entonces decido despedirme de aquel amor con un ritual. Me tomo una copa de vino, que me seca los labios, me acuesto en la alfombra de mi cuarto, cierro los ojos y escucho Liebesträum No. 3 de Franz Liszt.
Recorro la simple historia de amor, entregado por completo al sentimiento. De principio a fin. Mi timidez valentonada, la ilusión de verte al siguiente día, una extraña familiaridad de ver como sales de tu casa, viajar juntos en el auto con mis padres…
Y de pronto, un nuevo recuerdo que brota de la oscuridad.
Un marítimo silencio, tal vez horas.
Una luz de amanecer en una habitación sin muros. Mis labios acarician su hombro, su cuello y mejilla, que dibuja indicios de una sonrisa. El tiempo pierde relevancia. Su espalda, su cuello, su mejilla, su cabello castaño. Nada más. Dos cuerpos en comunión. Dos amantes. Un sueño de amor.